Por qué decidí donar mi riñón y como esa decisión a cambiado mi vida

El 22 de febrero del 2017, le doné uno de mis riñones a mi papá. Decidí ser donante unos meses después de que sus riñones le fallaran ya que el proceso de diálisis lo estaba debilitando.

El 19 de febrero de 2016, el día de mi cumpleaños, la diabetes y la presión arterial alta le afectaron los riñones a mi padre. Su enfermedad renal había avanzado a una etapa crítica lo cual lo llevó a ponerse en diálisis casi de inmediato.

Los tratamientos de diálisis eran tres veces a la semana. Esta frecuencia interfería con su bienestar ya que se sentía débil después de cada tratamiento. Su dieta era absolutamente estricta para minimizar la retención de líquido y toxinas. Hubieron varias ocasiones en que se le extrajo demasiado líquido durante la diálisis y se desmayó. Su proceso de diálisis eran los martes, jueves y sábados, así que hubo veces en que tuvo que perderse de actividades familiares.

No pasó mucho tiempo para que nos conectáramos con uno de los centros de riñón en Nueva York. Lo acompañé a un seminario en el Centro Montefiore Einstein para que lo evaluaran como un posible receptor de órgano y para ponerlo en la lista de trasplantes. Durante nuestra cita, nos enteramos de que las listas de trasplantes tienen un tiempo de espera de siete a diez años. Ya que los pacientes en diálisis tienen un promedio de 5-10 años de vida, decidí ser precavida y me apunté para ser donante.

Ser donante no es nada facil. Pasé por una serie de evaluaciones psicológicas y físicas para asegurar a los médicos de que estaba en condiciones de donar. Tuve un día completo de reuniones con mi coordinadora de trasplantes, la defensora de donantes vivos, mi cirujano, nefrólogo y mi nutricionista. Estas reuniones aliviaron cualquier idea errónea que tenía acerca de las donaciones de órganos, pero también aumentaron mi ansiedad.

Dí un montón de sangre, a veces 10-20 viales por cada visita. Los doctores querían asegurarse de que estuviera en salud, por lo que también me mandaron a hacer un electrocardiograma, una tomografía, y unos rayos X. Estaba sobre peso, así que los médicos insistieron que rebajara antes de la cirugía. Fueron muy directos sobre la importancia de perder peso. Mi nefrólogo me advirtió que si no rebajaba, yo iba a desarrollar diabetes y presión arterial alta en el futuro.

A pesar de los boches que me dieron, tomé varios meses para enfocarme en mi salud.  No fue hasta diciembre del 2016 (casi seis meses después) que descubrí el programa Whole30. Aunque mi decisión coincidía con la temporada navideña, me comprometí a comer sólo comidas sanas durante 30 días. Asistí a fiestas y no toqué ni alcohol ni comidas fritas ni procesadas.

Seguí el programa Whole30 por sesenta días y perdí un total de veinte libras. Logré mi objetivo de alcanzar un índice de masa corporal de casi 30 antes de la cirugía, y prometí seguir rebajando hasta alcanzar un peso saludable.

Ser donante ha sido una bendición. Por salvarle la vida a mi papá, estoy tomando medidas para llevar un estilo de vida que me salvará la mía.

Estoy lista para la siguiente etapa de mi vida. Ahora que tenemos una segunda oportunidad, estoy feliz de disfrutar la vida junto a un padre más feliz y saludable.

¿Has donado o estas pensando ser donante? Cuéntanos tu experiencia en la sección de comentarios.

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